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embarcación tuerce con velocidad y retrocede cerca de una milla por el centro del canal. Debemos volver al mismo trabajo, pero esta vez con mejor éxito; descargamos parte de las provisiones, aligeramos el bote y hacemos con la pala un pequeño canal, por el cual cruzamos, dejando atrás el rápido. A las tres de la tarde volvemos a encontrar otra barranca elevada de 100 pies y casi a pique, sumamente arbustosa; la cruzamos con peligro, pero con felicidad; es el punto llamado por Fitz-Roy, Swim Bluff, promontorio a cuyo pie se extiende una hondonada que sirve de estuario, en invierno, a las aguas de las mesetas vecinas.

Acampamos a las cinco de la tarde en una excelente rinconada, bien abrigada. Aquí parece que acampó Fitz-Roy, pues hallamos viejos troncos hachados y huesos quemados hace largo tiempo. El Sr. Moyano caza un guanaco con el revólver, y los dos marineros descansan y pescan luego algunas truchas, que comemos fritas en grasa de avestruz. La cena es abundante y consuela nuestros estómagos, vacíos desde la noche anterior.

Por no permanecer ocioso, pongo mis iniciales, con grandes piedras, para señalar nuestro paso por este punto.

Enero 20.— ¡Qué mal día se prepara hoy! He pasado una mala noche! El trabajo de ayer ha extenuado mi gente, sobre todo en el último momento, al pasar una muralla perpendicular cubierta de médanos y en los cuales nos ha costado trabajo hacer pie para sirgar el bote. Tenemos las manos quemadas por la soga y las piernas y pies ulcerados por las piedras y las espinas.

Hacemos media milla sin serias dificultades pues ya no lo van siendo para nosotros los arbustos que incomodaban tanto al salir de Pavón; la costumbre y el encuentro de otras mucho más grandes las hacen olvidar y no nos causa extra-