SOBRE FEMINISMO
nes, constituyen un contralor; de manera que sólo llegarían las que fueran capaces...).
Menciono esas opiniones posibles, sólo para un ejemplo; y podrán imaginarse otros a propósito de la relación de los diferentes problemas: nada más fácil, así, que suponer en qué estado de espí- ritu y con qué argumentos podría alguien sostener que debe darse a la mujer la capacidad civil y no la política, o a la inversa, etc.
Lo anterior no quiere decir, naturalmente, que
no haya, en grueso, tina cierta conexión entre las soluciones del mismo nombre en los distintos pro- blemas. “+ Lo que quiero decir es que no siempre son soli- darias, o que pueden no serlo del todo; por lo que es mejor, de todos modos, prescindir de ese as- pecto nominal.
Ahora, segundo: impropiedad de los mismos términos en sí.
Los términos “feminismo” y “anti-feminismo”, “feminista” y “anti-feminista”, no son muy bue- nos en sí mismos, y tienden a engendrar cuestio- nes de palabras y a confundir:
Sugieren varios sentidos, que a veces interfie- ren: un sentido de “favorecer”; un sentido de “igualar”; un sentido, también, de “diferenciar”...
Así, por ejemplo : sostener que deben abrirse los empleos, las carreras, etc., a la mujer como al hombre; que debe dársele la misma capacidad ci-
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