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LUIS GIL SALGUERO



la región de las ideas eternas, nos garantiza la permanencia y la inmortalidad.

Excluída la idea de lo mortal, quedaba postula- do el conocimiento del mundo inteligible. La exi- gencia ideal, la ideal necesidad de conocer, se han convertido en un conocimiento de lo ideal inteligi- ble. Sobre-mortal, Platón había indicado un eje de identidad común para la ética y para la ontolo- gía, para la teoría del conocimiento y para la. moral. Bien había advertido Platón que entre el mundo del dañe y del pecado, de plásticas aparien- cias, y el mundo inteligible, de permanencias idea- les, no podía establecerse equilibrio alguno. Entre- gada la razón al devenir, al incesante fluir de las cosas y de los fenómenos, se disolvía, desnaturali- zándose, incierta, en un tumulto de sensaciones. Así, pudo ver a la materia, como un pensamiento bastardo y objeto de horror para los Dioses. No tenía la razón fuerza para resistir la agresión de las realidades; pero era apta para avanzar en lo inteligible, “la patria de donde hemos venido”. Los ideales morales se apoyaban en la ontología, en la teoría del conocimiento. El pensamiento con- creto, la realidad concreta, era precisamente la in- teligible, la abstracta. Realismo metafísico, se la ha llamado a su doctrina.

Expongo aquí la doctrina histórica, visible, de Platón. Pero el mismo pensador en el Fedón, nos ha hablado de un saber misterioso y profundo, y