CARLOS VAZ FERREIRA
quier género que sea: consagración a la ciencia, O al arte, o a alguna causa social; u otro ideal se- xual, en su caso: lo que sea.
Claro que esto tiene su mal, sus males: Y el fun- damental es cierto estímulo a desviarse del ideal preferible.
Pero, primero, todo lo libre es así: toda buena organización a base de libertad, comporta mal par- cial, pero que es el menor.
Segundo, en este caso, ese mal ya es compen- sado, y más ta vez que compensado, por la dig- nificación del mismo ideal de unión monógama.
Tercero y más hondo aún: En realidad, el ver- dadero ideal no es, ni aun teóricamente, de una uniformidad absoluta: en especie, como la huma- na, en marcha—en especie espiritual—el ideal debe ser, con variación y fermentalidad, más de predo- minancia y de tendencia.
Tal es el mejor concepto. E inseparable de él es el que voy a formular ahora sobre educación de la mujer.
Previamente, dos palabras sobre su educación física.
Sobre esto no cabría ya discusión; pero algunos escritores, con argumentos de apariencia científi- ca, han insinuado que la educación física de la mujer podría representar una tendencia contra su especialidad como sexo; tender a “masculinizar”,
144