SOBRE FEMINISMO
y la “solución” no puede consistir más que en eso: en elegir:
Ahora ¿qué debemos elegir?
Cada uno lo hará por sus sentimientos y apre- ciaciones.
Yo, en cuanto a mí (aunque lo relativo a mi opi- nión personal es poco importante: lo importante es tener, como tenemos, bien planteada la cuestión, para que la resuelva cada uno lo mejor posible), elijo dar el sufragio a la mujer. Y voy a tratar de explicar por qué razones, o, si se quiere, por qué tendencias y en qué estado de espíritu.
Primero, porque es bueno en sí.
Sus peligros, sus inconvenientes, son lo acceso- rio, son los elementos secundarios : en sí, es bueno.
Lo bueno en sí (llamando de ese modo a lo que contiene bondad, o justicia, o lógica, y el sufra- gio femenino contiene las tres cosas); lo bueno en sí tiende (de hecho) al bien, y sus defectos tienden a corregirse, a atenuarse, a arreglarse.
A esto hay que agregar dos antipatías mías (antipatías que la razón y la experiencia de consu- no fortifican) :
Antipatía hacia ciertos estados de espíritu y cierta clase de argumentos de esta fórmula: que de implantarse tal reforma (en el sentido de la li- bertad o de la justicia) vendrían grandes cala- midades y desastres: que “la sociedad se hundí- ría”, etc.
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