LUIS GIL SALGUERO
filosóficos, excluídas la identidad formal de la razón y la ilusoria idea de correspondencia entre pensamiento y lenguaje, pueden descubrirse otros motivos del pensar; pero éstos no son generalmen- te tenidos en cuenta.
Ocurre en el dominio de la historia de la filoso- fía, algo realmente horroroso y de cuya proyección es preciso estar advertido. Todos los valores hu- manos: las ordenaciones científicas, filosóficas, artísticas y religiosas de la existencia, descansan en el supuesto de c.1e tan sólo es valioso para la vida, lo que puede explicarse y comprenderse y for- mar serie homogénea con las nociones y hechos tradicionales, ya creados. Lo extraño, el hecho nuevo, la novedad, que no ingresen o que se resis- tan a ingresar en el molde de la razón identificado- ra; el hecho o la fuerza agresiva y destructora de las idealidades humanas, que no puedan encerrarse dentro de las formulaciones verbales habituales, no forma parte de estas concepciones. Y el hom- bre que lo descubra, queda fuera de toda tradición. Pensadores alógicos, adogmáticos —es en ellos profunda la historia — alcanzan a veces las visio- nes más hondas! Han escudriñado zonas más ocul- tas del ser; víctimas de lo abismático y desconoci- do, llevan en sí como fatalizado el misterio. Sus hallazgos no pueden explicarse por las asociacio- nes habituales, por las interpretaciones de la me- moria. Lo que han visto, lo que han investigado,
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