que estaban mis antepasados, que creían firmemente que el trueno era el ruido del carro del profeta Elías paseándose por el cielo. Yo no creo eso; yo sé que el trueno es producido por la electricidad; mas tal creencia, ¿es más clara que la de mis antepasados? Es más complicada, y tan incomprensible como la ley del movimiento y todas las demás leyes físicas. A veces, me parece que la ciencia no hace más que complicar las cosas. Creo que es bueno creer, y se me dice:
"No se trata de creer, sino de saber." Quiero saber qué es la materia, y me contestan, textualmente, de esta manera: "La materia es el contenido de la parte del espacio en que experimentamos tal o cual sensación." Es esto una respuesta? Es burlarse de quien busca sincera y apasionadamente soluciones a los problemas que turban su espíritu. Se responde con burlas hasta a mi deseo de conocer el objeto de mi existencia.
Y, sin embargo, yo vivo, yo sufro y yo tengo derecho a exigir de los que han monopolizado la ciencia una respuesta categórica.
Hipólito Sergueievich miraba de reojo el rostro alterado de Benkovsky, y comprendía que a aquel joven había que contestarle con palabras igualesa las suyas en ímpetu sentimental. Tenía ganas de discutir, de luchar. Los enormes ojos del poeta se habían tornado más grandes aún y más ardientes. Jadeaba y agitaba su fina mano blanca, que cerraba a veces como si amenazase a sus enemigos.