Página:Una traducción del Quijote (3).djvu/17

Esta página ha sido validada

proporcionaria el medio de solventar la supuesta deuda contraída con el prestamista relacionado con Madlle. Guené, y de asegurar el regreso á España de su viejo criado Damian, cuyo porvenir le tenia intranquilo, obligáronle á decidirse á cumplir el deseo del Czar.

— Señor, —dijo,— no puedo negarme á una proposición que tanto me honra; pero conste que, aun cuando yo agotaré toda mi fuerza de voluntad, tanto por servir á V. M., cuanto por honrar la memoria del inmortal autor de quien se trata, temo profanar el texto de su obra.

— Eso ya lo veremos, caballero. Ahora trabajad con fe, y, me atrevo á rogároslo, con prontitud. El dia en que pongais fin á vuestra tarea, será uno de los más felices de mi vida.

— Señor, procuraré complacer á V. M.

— Mañana recibiréis un recado mio por medio de mi secretario particular, con quien os entenderéis siempre que deseeis verme.

Miguel se despidió del Emperador, el cual dijo para sí:

— «Me parece que pronto recobrará su tranquilidad ese pobre Príncipe de Lucko.»


X.

A la mañana siguiente presentóse el secretario del Czar en casa de Miguel, y le entregó una autorización para valerse de cuantas obras y manuscritos le fueren necesarios, y además un talón del Banco de San Petersburgo por valor de mil rublos.

El Príncipe y María no se mostraron tan sorprendidos como el preocupado jóven esperaba al participarles la entrevista y el encargo del Emperador.

— Si vais á estar tan ocupado, —dijo la Princesa con acento indefinible,— no me atrevo á insistir en mis lecciones de ingles.

Miguel, coartado por la presencia del Príncipe, se limitó á contestar:

— Hay tiempo para todo, Princesa.

— En ese caso, —repuso María acariciándole con una mirada,— no quisiera olvidar lo poco que he aprendido.

Miguel se puso á trabajar sin pérdida de tiempo, preparándose primero con la detenida lectura del autor que debia traducir, y proporcionándose cuantas obras y diccionarios en ámbos idiomas juzgó necesarios. No obstante la advertencia del Emperador, no