UNA TRADUCCIÓN DEL QUIJOTE.
PARTE PRIMERA.
I.
Una mañana, el sol, penetrando por los entreabiertos balcones del gabinete, despertó á la Princesa María Lucko.
Abrió los ojos, se pasó la mano por la frente como para disipar las últimas nubes del sueño, y comenzó á cantar.
Todo el que canta inmediatamente después de despertarse, es jóven y feliz.
Atraída sin duda por el ruido de aquella voz sonora, apareció entre la blanca colgadura que separaba el dormitorio del gabinete, una perrita microscópica de raza inglesa, y saltó al lecho de la Princesa.
Pero ésta le dejó en aquel mismo instante, sin duda por contrariar al animal, y metiendo sus desnudos pies en unas chinelas, salió medio desnuda á la pieza inmediata, y juguetona como casi niña que era, comenzó á dar vueltas, huyendo de la perrita, que la perseguía ladrando.
No hay nada más atractivo que la mujer-capullo, que así debe calificarse á la niña que se hace mujer, por medio de una divina explosión de castos misterios. Una jóven, en esta nueva y rápida faz de su existencia, se asemeja á un nuevo astro que aparece en el cielo y atrae la mirada y el pensamiento del que le contempla.
La Princesa María se hallaba en los primeros momentos de esta