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res, el doctor Urien, y con asentimiento de sus colegas, fijóse ese acontecimiento en el año de 1893, sin mayor especificación, como consta en el acta de la sesión efectuada el 5 de octubre de 1902 a fojas 61 de nuestro primer libro de actas. La distancia existente entre el hombre en estado de adultez y el feto aun informe, es la que media entre la junta actual y las primeras reuniones o juntas ocasionales de numismáticos e historiadores, nada numerosas por cierto, que comenzaron a realizarse, durante el año referido de 1893, en la morada hospitalaria de don Alejandro Rosa, un honorable comerciante dado a estudios históricos, noble pasión que se había infiltrado en su espíritu por donde ella suele entrar a menudo: las puertas del coleccionista y el amante de antigüedades. Había Rosa atesorado un monetario americano tan inmenso como valioso, que mostraba con orgullo y no disimulada complacencia a sus amigos y visitantes, y que, como era natural sucediera, deseó conocer concienzudamente, lo que lo puso en la necesidad de aplicarse con ardor al estudio del pasado argentino y americano, así en obras doctrinales como en fuentes documentarias no explotadas todavía. Llegó así Rosa a formarse suficiente versación en la historia nacional como para ser, si no un historiador, en la estricta acepción de la palabra, un distinguido erudito, por lo menos, hasta concluir, en los últimos años de su vida, por abandonar totalmente sus habituales ocupaciones, para entregarse por entero a más gratas y tranquilas tareas: la dirección del museo Mitre, cuyo desempeño, dados sus gustos de estudioso y su culto admirativo por el general, debió proporcionarle fruiciones inefables, al concederle el envidiable privilegio de vivir varias horas del día en el severo y sugestivo recinto de la venerable casa de la calle San Martín, en intima comunión con los libros, papeles y objetos del grande hombre, que parecen como ungidos con los efluvios de la rectitud y como saturados de la austeridad de su antiguo propietario. Por cerca de dos lustros, todavía, continuaron efectuándose, en la vivienda de Rosa, las reuniones indicadas, en forma esporádica, probablemente, y con el carácter de meras tertulias intelectuales. Concurría a ellas un reducido número de personas, amigas del dueño de casa y más o menos contagiadas de la afición numismática. Las sesiones se verificaban sin solemnidad de ninguna especie, no habiendo quedado constancia