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con la autoridad y el lustre de su nombre, él quien marcó el rumbo a sus afanes y tareas. Un padre, por una hija predilecta, o un horticultor, por una planta de subido mérito, no habrían hecho más que lo que hizo por la junta su preclaro fundador. ¿Capricho, debilidades de erudito, cegado por el culto idolátrico a la ciencia o arte que se cultiva? Opinar de esta suerte, importaria, a mi juicio, incurrir en un error lamentable. Yo creo ver en ese amor del general Mitre por la junta y en esa constante preocupación suya por el engrandecimiento de la misma, un elocuente indicio de la importancia y utilidad de la institución, nítidamente columbradas por quien, merced a su doble condición de hombre de letras y de gobernante, de filósofo de la historia y de estadista, dábase cabal cuenta de la necesidad en que se halla una democracia en formación, como la nuestra, una nacionalidad incipiente, de crearse órganos de nacionalismo, que, como la escuela, el colegio y la universidad, se apliquen sin descanso a elaborar y difundir conciencia argentina.

Incalculable es ya la obra de sano nacionalismo realizada por la junta en formas diversas, sea investigando y discutiendo problemas o figuras importantes de la historia patria, sea reimprimiendo y propagando rarezas bibliográficas que constituyen preciosas fuentes documentales, sea oponiéndose al vandalismo destructor de sitios y monumentos, sea celebrando efemérides y personajes gloriosos, sea emitiendo opinión competente y fundada acerca de puntos de interés controvertidos, como el relativo a la cuna natal de San Martín, esclarecido por nuestro ilustrado colega el doctor Leguizamón. Ocúrreseme, con todo, —y aprovecho esta oportunidad para sugerir la idea a la atención de mis distinguidos colegas— que esta acción benéfica de la junta, constituida en depositario fiel y en guardián celoso de la tradición nacional, es aun susceptible de intensificarse, mediante el expurgo y depuración de los textos escolares de historia, y la fundación de juntes filiales, que podrían establecerse en cada capital de provincia, con el carácter de correspondientes de la nuestra y sobre la base de los miembros de esta clase, ya existentes en la actualidad, aumentados con otros elegidos por la corporación madre o cuya designación se dejaría librada a los núcleos provinciales que a tal objeto se instituiria, Apunto estas ideas, entregándolas al juicio certero y a la alta discreción de los ilustrados miembros de la junta.