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mayor confianza hacia nuestra junta, fué, sin duda, al confiarle la ejecución de trabajos de importancia como la reimpresión de la «Gaceta de Buenos Aires» y de las actas secretas del congreso de Tucumán, para lo cual le acordaron, con toda munificencia, los fondos necesarios y las facultades extraordinarias del editor. La junta ha procurado siempre, justo es decirlo, corresponder al crédito que se le concedía y hacer honor a su nombre, desempeñando su cometido en forma satisfacto, ria, para el mandante, el mandatario, la industria impresora del país y para este mismo.

Algunos de los trabajos que acaban de mencionarse son ya posteriores a la muerte del insigne patricio, acaecida, como se sabe, a comienzos del año 1906. Antes de entrar en la inmortalidad de la historia, pudo tener, sin embargo, el que puede considerarse padre de nuestra junta, la inmensa satisfacción de ver su obra consolidada. El modesto germen, constituido por la pequeña tertulia de amigos que se reunía en casa de uno de ellos para examinar monedas o documentos y conversar sobre asuntos históricos, había crecido, desarrolladose y llegado a convertirse en un árbol gallardo y corpulento productor de frutos sazonados, vale decir, en una corporación prestigiosa, incorporada a la vida intelectual del pais. Lograda la institución, la desaparición de su creador, por sensible que fuera, no representó asi para ella un pérdida de tal naturaleza que pudiera comprometer su vitalidad. Por ley natural de las cosas fué acrecentándose durante las presidencias sucesivas de don Enrique Peña y del doctor José Marcó del Pont, hasta transformarse en lo que hoy es y representa en nuestro país: una verdadera academia de la historia, cuya consagración oficial, en tal carácter, sólo espera el instante propicio de la necesaria conjunción entre un estado algo menos premioso que el actual del erario público y un pensamiento de estadista en las esferas gubernativas. No parecerá, pues, inoportuno hacer ahora un breve examen de conciencia que nos permita comprender mejor nuestra misión social y el programa que debe orientar nuestra actividad en lo futuro.

Se ha visto ya la solicitud y el cariño que el general Mitre dispensó a la junta desde los primeros tiempos en que ésta surgió a la vida. Fué él quien la llamó a la existencia, él quien la puso en funciones, el quien indicó la oportunidad de organizarla, él quien protegió sus pasos iniciales, cubriéndola