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El rumbo era Sud arriba, ó Sud con algunos grados de inclinación al Oeste.

La noche había estado templada, así fué que la mañana no presentó ninguno de esos fenómenos meteorológicos que suele ofrecer la Pampa, cuando después de un rocío abundante ó de una fuerte helada sale el sol caliente.

Marchábamos.

El terreno presenta pocos accidentes; cañadas y cañadones que se van encadenando, montecitos de pequeños arbustos quemados aquí, creciendo ó retoñando allí; salitrales que engañan á la distancia, con su superficie plateada como la del agua.

El objetivo á que me dirigía era el Zorro Colgado.

Por qué se llama así este lugar, es echarse á nadar buscando un objeto perdido. Probablemente el primer cristiano que llegó allí halló un zorro colgado por los indios en algún árbol.

Seis leguas representan, no andando con apuro, dos horas y media de camino; contemplando las cabalgaduras como es debido, en las correrías lejanas, un poco más.

Cuando llegamos al Zorro Colgado serían las diez de la mañana.

El campo recorrido es muy solo. No tiene bichos ó aves, como le llaman los paisanos á los venados, peludos, mulitas, guanacos, etc.

El Zorro Colgado no estaba, por supuesto.

Aquel punto es un grupito de árboles, chañares viejos más altos que corpulentos. Tiene una aguadita que se seca cuando el año no es lluvioso.

Allí paramos un rato, lo bastante para que las bestias de carga que se habían quedado atrás llegaran, y después de haber bebido bien, seguimos caminando en el mismo rumbo, hasta llegar á Pollo-helo, que quiere