ciertos, había creído en la muerte de aquél, y que, tomando el primer vapor que pasó por la Esquina, se había venido á velar su crucecita, que estaba en el cementerio de los paraguayos, idea que era fija en ella.
Á las interpelaciones del General Gelly siguieron las mías.
El sueño de la hermana de Gómez había tenido lugar precisamente en el momento en que éste estaba en capilla recibiendo los auxilios espirituales.
Un hilo invisible y magnético une la existencia de los seres amantes, que viven confundidos por los vínculos tiernísimos del corazón.
Y como ha dicho un gran poeta inglés: «Hay más cosas en el cielo y en la tierra de las que ha soñado la filosofía.»
Empeñéme con la mujer cuanto pude, á fin de que fuera á mi reducto, intentando seducirla con el halago de los sueldos de su hermano.
¡Fué en vano!
El General la despidió, diciéndole que podía velar la crucecita de su hermano.
Y después de cambiar algunas palabras conmigo sobre aquel extraño sueño realizado, filosofando sobre la vida y la muerte, á mis solas, me volví á mi campo.
Mandé llamar á Garmendia en el acto, y le relaté todo lo sucedido.
Despachamos en seguida emisarios en busca de la hermana de Gómez.
Halláronla, pero fué inútil luchar contra su inquebrantable resolución de no verme, y menos convencerla de que la crucecita de su hermano no estaba en el cementerio que ella decía.
Esa noche hubo un velorio al que asistieron muchos soldados y mujeres de mi batallón prevenidos por mí.
Por ellos supe que la hermana de Gómez, siendo yo