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¡Cuántas veces un trecho de pocas varas ha sido causa de que jefes muy intrépidos se viesen burlados por el enemigo, en esas Pampas sin fin!

¡Cuántas veces los mismos indios no han perecido bajo el filo del sable de nuestros valientes soldados fronterizos por haber caído en un guadal!

Las Pampas son tan vastas, que los hombres más conocedores de los campos se pierden á veces en ellas.

El caballo de los indios es una especialidad en las Pampas.

Corre por los campos guadalosos, cayendo y levantando, y resiste á esa fatiga hercúlea asombrosamente, como que está educado al efecto y acostumbrado á ello.

El guadal suele ser húmedo y suele ser seco, pantanoso y pegajoso, o simplemente arenoso.

Es necesario que el ojo esté sumamente acostumbrado para conocer el terreno guadaloso. Unas veces el pasto, otras veces el color de la tierra son indicios seguros. Las más el guadal es una emboscada para indios y cristianos.

Los caballos que entran en él, cuando no están acostumbrados, pugnan un instante por salir, y el esfuerzo que hacen es tan grande, que en los días más fríos no tardan en cubrirse de sudor y en caer postrados, sin que haya espuela ni rebenque que los haga levantar. Y llegan á acobardarse tanto, que á veces no hay poder que los haga dar un paso adelante cuando pisan el borde movedizo de la tierra. Y eso que es de todos los cuadrúpedos destinados al servicio del hombre el más valiente. Picado con las espuelas parte como el rayo y salva el mayor precipicio.

¡Cuán diferente de la mula!

Jamás pierde ella su sangre fría.

Ora vaya por los caminos pampeanos o por las la-

UNA EXCUSIÓN 2.—TOMO I.