gía y fiereza; una nariz pequeña deprimida en la punta, de abiertas ventanas, signo de desconfianza, de líneas regulares y acentuadas; una boca de labios delgados que casi nunca muestra los dientes, marca de astucia y crueldad; una barba aguda, unos juanetes saltados, como si la piel estuviese disecada, manifestación de valor, y unas cejas vellosas, arqueadas, entre las cuales hay siempre unas rayas perpendiculares, señal inequívoca de irascibilidad, caracterizan su fisonomía, bronceada por naturaleza, requemada por las inclemencias del sol, del aire frío, seco y penetrante del desierto pampeano.
Mariano Rosas es hijo del famoso cacique Fainé.
Colocado estratégicamente en Leubucó, entre las tritus de los caciques Ramón y Baigorrita, es el jefe de una confederación. Apoyando unas veces á Ramón contra Baigorrita y otras á Baigorrita contra Ramón, su predominio sobre ambos es constante.
Dividir para reinar, es su divisa. Así Baigorrita y Ramón, que son bravos en la pelea, diestros en todos los ejercicios ecuestres, entendidos en todo género Le faenas rurales, sin tenerle envidia á este Bismarck ranquelino, ponderan la prudencia de sus consejos, su sesuda previsión, su carácter persistente y conciliador.
El año de 1834 fué hecho prisionero en la Laguna de Langhelo, situada donde actualmente existe el fuerte «Gainza» cuyos primeros cimientos los puse yo, al avanzar, hace ocho meses, la frontera Sud de Santa Fe.
Este paraje dista como treinta leguas de Melincué.
Mariano Rosas, junto con algunos indiecitos y algu na chusma se habían quedado allí, cuidando una caballada de refresco, mientras su belicoso padre daba un malón, internándose muy adentro.