tro patas era sacado de sus comederos habituales y reconcentrado.
Decididamente los indios han invadido por alguna parte, eran las conjeturas. Achauentrú estaba estupefacto, vacilando entre si era una invasión que venía ó una que iba.
Cuando todo estaba listo, mi segundo jefe recibió orden de salir con las fuerzas, de marchar una legua rumbo al sur y se pasó allí una revista general.
Yo quise antes de marcharme ver en cuánto tiempo se aprestaba la guarnición, fingiendo una alarma y reírme un poco de los indios, que tuvieron un rato de verdadera amargura, no sabiendo ni lo que pasaba, ni qué creer.
Y tuve la satisfacción militar de que todo se hiciera con calma y prontitud, sea dicho en elogio de cuantos guarnecían el fuerte Sarmiento en aquel entonces.
¡Que Dios ayude mientras estoy lejos á mis compañeros de armas, esos hermanos del peligro, del sacrificio y de la gloria; lo mismo que deseo te ayude á ti, Santiago amigo, conservándote siempre con un humor placentero, y un estómago como los desea Brillat-Savarin!