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to más insignificante. Necesita tener una gran memoria, una garganta de privilegio y muchísima calma y paciencia.

¡Pues es nada antes de llegar al grano tener que repetir diez ó veinte veces lo mismo!

Después que pasan los saludos, cumplimientos y mensajes, se entra á ventilar los negocios de importancia, y una vez terminados éstos, entra el capítulo quejas y pedidos, que es el más fecundo.

Cualquier parlamento dura un par de horas, y suele suceder al rato de estar en él, que varios de los interlocutores están roncando. Como el único que tiene responsabilidad en lo que se ventila es el que hace cabeza, después que cada uno de los que le acompaña ha sacado su piltrafa, ya la cosa ni le interesa ni le importa y no pudiendo retirarse, comienza á bostezar y acaba por dormirse, hasta que el plenipotenciario, dándose cuenta del ridículo, pide permiso para terminar y retirarse, prometiendo volver muy pronto, pues tiene muchas cosas que decir aún.

Linconao fué atacado fuertemente de las viruelas al mismo tiempo que otros indios.

Trajéronme el aviso, y siendo un indio de importancia, que me estaba muy recomendado y que por sus prendas y carácter me había caído en gracia, fuime en el acto á verle.

Los indios habían acampado en tiendas de campaña que yo les había dado, sobre la costa de un lindo arroyo tributario del Río 4.º.

En un albardón verde y fresco, pintado de flores silvestres, estaban colocadas las tiendas en dos filas, blanqueando risueñamente sobre el campestre tapete.

Todos ellos me esperaban mustios, silenciosos y aterrados, contrastando el cuadro humano con el de la riente naturaleza y la galanura del paisaje.