Tener que habérselas con una comisión de estos sujetos, para un jefe de fronteras, presupone tener que perder todos los días unas cuatro horas en escucharles.
Yo, que por mi temperamento sanguíneo-bilioso no soy muy pacienzudo que digamos, he descubierto con este motivo que el deber puede modificar fundamentalmente la naturaleza humana.
En algunos parlamentos de los celebrados en el Río 4.º, más de una vez derroté á mis interlocutores, cuyo exordio sacramental era:—Para tratar con los indios se necesita mucha paciencia, hermano.
No sé si tienes la idea de lo que es un parlamento en tierra de cristianos; y digo en tierra de cristianos, porque en tierra de indios el ritual es diferente.
Un parlamento, es una conferencia diplomática.
La comisión se manda anunciar anticipadamente con el lenguaraz.
Si la componen veinte individuos, los veinte se presentan.
Comienzan por dar la mano por turno de jerarquía, y en esa forma se sientan, con bastante aplomo, en las sillas ó sofaes que se les ofrecen.
El lenguaraz, es decir, el intérprete secretario, ocupa la derecha del que hace cabeza.
Habla éste y el lenguaraz traduce, siendo de advertir que aunque el plenipotenciario entienda el castellano y lo hable con facilidad, no se altera la regla.
Mientras se parlamenta hay que obsequiar á la comisión con licores y cigarros.
Los indios no rehusan jamás beber, y cigarros, aunque no los fumen sobre las tablas, reciben mientras les den.
Pero no beben, ni fuman cuando no tienen confian-