buenas y malas, cuyo curso quisiéramos precipitar, anticipándonos á los sucesos para que éstos nos devoren ó nos hundan, me había hecho contraer ya varias relaciones, que puedo llamar íntimas.
La china Carmen, mujer de veinticinco años, hermosa y astuta adscripta á una Comisión de las últimas que anduvieron en negociados conmigo, se había hecho mi confidente y amiga, estrechándose estos vínculos con el bautismo de una hijita mal habida que la acompañaba y cuya ceremonia se hizo en el Río 4.º con toda pompa, asistiendo un gentío considerable y dejando entre los muchachos un recuerdo indeleble de mi magnificencia, á causa de unos veinte pesos bolivianos que cambiados en medios y reales, arrojé á la manchancha esa noche inolvidable, al son de los infatigables gritos: ¡padrino pelado!
Sólo quien haya tenido ya el gusto de ser padrino, comprenderá que noches de ese género pueden ser realmente inolvidables para un triste mortal, sin antecedentes históricos, sin títulos para que su nombre pase á la posteridad, grabándose con caracteres de fuego en el libro de oro de la historia.
¡Ah! tú has sido padrino pelado alguna vez, y me comprenderás.
Carmen no fué agregada sin objeto á la comisión ó embajada ranquelina en calidad de lenguaraz, que vale tanto como secretario de un ministro plenipotenciario.
Mariano Rosas ha estudiado bastante el corazón humano, como que no es un muchacho; conoce á fondo las inclinaciones y gustos de los cristianos, y por un instinto que es de los pueblos civilizados y de los salvajes, tiene mucha confianza en la acción de la mujer sobre el hombre, siquiera esté ésta reducida á una triste condición.