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Cuando Mora dejó la palabra, habiendo dicho poco más o menos lo que queda consignado en el párrafo anterior terminábamos de comer.
Estaba helando.
Hicimos las camas alrededor del fogón, dándole los pies, puse los frailes á mi lado—los cuidaba como á las niñas de mis ojos, y traté de dormir.
La Creación estaba en calma, el silencio del desierto no era interrumpido sino por uno que otro relincho de los caballos, ó por el graznido de las aves de la laguna.
La luna se levantaba, coronando de luces el firmamento, tachonado de mustias estrellas.