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y mezclarse, como lo prueba su predilección por nuestias mujeres, en las que hallan más belleza que en las indias, observación que podría inducir á sostener, que ei sentimiento estético es universal.

Conversando con un indio, cambiamos estas palabras:

—¿Qué te gusta más, una china ó una cristiana?

—Una cristiana, pues.

—¿Y por qué?

—Ese cristiana, más blanco, más alto, más pelo fino, ese cristiana más lindo...

La conquista pacífica de los Ranqueles, cuya fisonomía física y moral conocemos ya, para absorberlos y refundirlos, por decirlo así, en el molde criollo, ¿sería un bien ó un mal?

En el día parece ser un punto fuera de dispata, que la fusión de las razas mejora las condiciones de la humanidad.

Cuando nuestros primeros padres los españoles llegaron á América, ¿qué mujeres traían?

¿El Gobierno de la Metrópoli hizo con sus colonias lo que los Gobiernos de Francia é Inglaterra hicieron con las suyas?

¿Mandó á ellas cargamento de prostitutas?

¿No tuvieron los conquistadores que casarse con rujeres indígenas, entroncando recién entre sí, pasada la primera generación?

Y entonces, si es así, todos los americanos tenemos sangre de indio en las venas, ¿por qué ese grito cons tante de exterminio contra los bárbaros?

Los hechos que se han observado sobre la constitución física y las facultades intelectuales, y morales de ciertas razas, son demasiado aislados para sacar de ellos las consecuencias generales, cuando se trata de condenar poblaciones enteras á la MUERTE ó la BARBARIE .