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verle convaleciente, lívido el rostro, brillante la mirada, no os ha hecho el efecto del espectro de la muerte, y sólo entonces habéis comprendido el terrible arcano que se encierra entre el ser y el no ser?

Entonces comprenderéis las impresiones de mi a'ma, tan distintas en aquel momento de lo que habían sido antes en ese mismo lugar, cuando resuelto á todos sin previo aviso desarmado, me dirigí al corazón de las tolderías seguido de un puñado de hombres animosos.

En el fondo del médano había ya como un crepúsculo, mientras que en sus crestas reverberaban todavía los últimos rayos solares.

Bandadas interminables de aves acuáticas. que se retiraban á sus nidos lejanos, cruzaban por sobre nuestras cabezas, batiendo las alas con estrépito en sus evoluciones caprichosas, y nuestras cabalgaduras después de haberse refrescado, chapaleaban el agua de la orilla de la laguna, se revolcaban, mordían acá y allá las más incitantes matas de pasto y relinchaban mirando en dirección al Norte, con las orejas tiesas y fijas como la flecha de un cuadrante que marcara el punto de dirección, cuando llamando á los buenos franciscanos y á mis oficiales les comuniqué que había resuelto separarme de ellos.

El sentimiento de la disciplina no mata los grandes afectos, es mentira; pero hace que el hombre, reprimiéndose, se acostumbre á disimular todas sus impresiones, hasta las más tiernas y honrosas.

¡Cuántas veces á causa de eso no pasan por seres sin corazón los que se hallan sujetos á las terribles leyes de la obediencia pasiva, á esas leyes que en todas partes mantienen divorciado al soldado con el ciudadano, que contra el espíritu del siglo permanecen estacionarias, como monumentos inamovibles de esclavitud, sin que la marea generosa que agita al mundo civiliza-