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El cielo y la tierra con sus indicios seguros, auguraban una noche apacible y un día tan hermoso como el que acababa de transcurrir.

Convenía, pues, aprovechar los pocos momentos de luz que quedaban.

No sé qué vago y falso presentimiento oprimía angustiosamente mi pecho.

¿Era que iba á separarme de mis compañeros, de los que en aquella extraña peregrinación habían compartido conmigo todas las privaciones, todas las fatigas, todos los azares de que nos vimos rodeados, y que unas veces dominé con la paciencia, otras con la audacia el desprecio de la vida?

¿O que habiendo pasado el peligro, la imaginación se abismaba en sí misma absorta en la contemplación de sus propios fantasmas?

¡No os ha sucedido alguna vez después de uno de esos trances heroicos, en que se ve de cerca la muerte con ánimo sereno, sentir algo como un estremecimiento, y tener miedo de lo que ha pasado?

¿No os ha sucedido alguna vez, luchar brazo á brazo con la muerte, vencer y experimentar en seguida, después que la crisis ha pasado completamente, un sacudimiento nervioso, que es como si un eco interior os dijese: Parece imposible?

¿No habéis corrido alguna vez á salvar un objeto querido al borde del precipicio, salvarle instintivamente, y mirándole sano y salvo, algo como un desvanecimiento de cabeza no os ha hecho comprender que la existencia es un bien supremo, á pesar de las espina que nos hincan y lastiman en las asperezas de la jornada ?

¿No habéis estado alguna vez horas enteras á la cabecera de un doliente amado, dominado por la idea de la vida, mecido por los halagos de la esperanza, y al