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tes del cielo, leña siempre para encender el alegre fogón.

Yo coronaba con mi gente las crestas arenosas del médano, al mismo tiempo que en una dirección que formaba con la mía un ángulo recto, aparecía un pequeño grupo de jinetes viniendo de Leubucó.

Debe ser, dije para mis adentros, la contestación del capitán Rivadavia, y picando mi caballo descondí rápidamente por la cuesta, recibiendo pocos instantes después una carta suya, pues, en efecto, los que venían eran mensajeros de aquel fiel y valiente servidor.

Mariano Rosas había escuchado mi reclamo diplomático, y, á fuer de hombre versado en los negocios públicos, me ofrecía en cumplimiento del tratado de paz, perseguir, aprehender y castigar á los que, según mis noticias, habían andado maloqueando por San Luis, mientras yo tenía mis conferencias á campo raso con los notables de Baigorrita, de Mariano de Ramón.

Promesas no ayudan á pagar; pero sirven siempre para salir del paso, y los indios incansables cuando se trata de pedir, no se andan con escrúpulos cuando se trata de prometer.

Más ó menos el mundo anda así en todas partes, y los individuos, lo mismo que las naciones, encuentran todos los días en el arsenal de las perfidias humanas, pretextos y razones para faltar á la fe pública empeñada; y las muchedumbres en uno otro hemisferio, se dejan llevar constantemente de las narices por los ambiciosos que las engañan y alucinan para explotarlas y dominarlas.

Ayer era Napoleón III erigido en campeón de las nacionalidades, triunfador en Magenta y Solferino, en nombre de la Federación Italiana; hoy es Bismarck en nombre del Germanismo al grito de la galofobia;