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con excesiva rapidez olvidando la marcha más ó menos mesurada del autor, la fuerza, energía ó pasión del pensamiento, nos sucede también viajando en fe— rrocarril.

La velocidad de la locomoción no hace efecto porque es continua.

Siempre que oigo leer en alta voz muy aprisa, me acuerdo de un cuento, y cuando recorro á caballo las pampas argentinas me acuerdo de otro.

En una comedia de Sedaine, no estoy cierto si en Rose et Colas, hay una escena muy larga entre dos aldeanos, y cuentan las crónicas que los actores á fin de terminar cuanto antes el ensayo, se apuraban demasiado, y que no por eso la escena parecía más corta.

Consultando al autor á ver si se prestaba á hacer algunas supresiones, contestó:

«Díganla más despacio y harán que parezca más corta. » Sedaine tuvo, á no dudarlo, presente el dicho de otro poeta francés como él :

«Dans tout ce que tu lis, hâte—toi lentement. » Pues lo mismo sucede cuando se recorre un país á todo galope; todo parece lejos y nada se ve bien, se llega al término de la jornada abrumado de cansancio y sin haber disfrutado de los agradables espectáculos de la Naturaleza.

Y eso es cuando se llega, que á veces se queda uno en el camino.

Era tarde, poníase el sol, un viajero ecuestre galopaba á toda brida por los campos.

Encontróse con un gaucho y le preguntó:

—¿A qué hora llegaré á tal parte?

—Si sigue al galope—le contestó,—llegará mañana; si marcha al trotecito llegará lueguito no más.