—Spañol—me contestó.
—i Spañol?—repetí yo, mirando á Mora y á Ramón alternativamente.
—Sí, señor, Spañol—me dijo Mora,—así les liaman á algunos cautivos.
—Spañol—afirmó Ramón, que había entendido mi pregunta.
—¿Pero qué nombre tenías en tu tierra?—le pregunté al cautivo.
—No sé, se me ha olvidado; era muy chico cuando me trajeron—repuso.
—¿De dónde eres?
—No sé.
—¡Cómo no has de saber! ¿Te han prohibido que digas tu verdadero nombre y el lugar en donde te cautivaron?
—No, señor.
—Si no ha de saber nada, señor—dijo Mora,—por esc le llaman Spañol, hasta que sea más grande y le den nombre de indio.
—¿Y esa es la costumbre?
—Sí, señor.
—Pregúntele á Ramón ¿ qué quiere decir Spañol?
Ramón contestó.
—Spañol, quiere decir, de otra tierra.
En esto estábamos, cuando el capitán Rivadavia se me presentó, y hablándome al oído, me dijo:
Que Crisóstomo acababa de llegar de Leubucó y que á su salida se decía allí que había habido invasión por San Luis.
Le pedí permiso á Ramón para retirarme, comunicándole la ocurrencia; me retiré, y un momento después el capitán Rivadavia se separaba de mí con una carta bastante fuerte para Mariano Rosas.
Le exigía en ella el castigo de los invasores apoyánUNA EXCURSIÓN 19.—TOMO II