de ñe, ojos; Pichicaiun la segunda, que quiere decir boca chica, de pichicai, chico, y de un boca.
Se habían pintado con carmín los labios, las mejillas y las uñas de las manos; se habían sombreado los párpados y puesto muchos lunarcitos negros.
Tanto Pichicaiun, como Comeñé, tenían nombres muy apropiados; la una se distinguía por una boca pequeñita lindísima; la otra por unos grandes ojos negros llenos de fuego. Ambas estaban en la plenitud del desarrollo físico, y en cualquier parte un hombre de buen gusto las hubiera mirado largo rato con placer.
Me recibieron con graciosa timidez.
Me senté, Ramón se puso á mi lado, su mujer principal y sus hijas enfrente.
Las dos chinitas sabían que eran bonitas; coqueteaban como lo hubieran hecho dos cristianas.
Ramón es muy conversador, no me dejaban conversar con él; el lenguaraz trabucaba sus razones y las mías.
¡Qué maldita condición tienen nuestras caras compañeras !
Con su permiso diré, que son como los gatos: antes de matar la presa juegan con ella.
—¡ Spañol! ¡ Spañol!—gritó Ramón—El cautiv) blanco y rubio se presentó. Recibió órdenes, se marchó y volvió trayendo cubiertos y platos.
Sirvieron la comida.
Yo acababa de almorzar. Pero no podía rehusar el convite que se me hacía. Me habría desacreditado.
Comí, pues.
El cautivo no le quitaba los ojos á Ramón; éste lo manejaba con la vista.
—¿Cómo te llamas?—le pregunté, creyendo que las palabras ¡ Spañol! ¡ Spañol! tenían una significación araucana.