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¿ Y quién es ese cristiano?—le pregunté.

—Crisóstomo—me contestó.

—¿Crisóstomo ?...

—Sí, señor, Crisóstomo.

Crisóstomo era el hombre aquel que en Calcumuleu hubo de pasar á caballo por entre los franciscanos:

que tanto me exasperó, que me dió de comer después y me relató su interesante historia.

Está visto: los malvados también tienen corazón.

Bien dice Pascal:

El hombre no es un ángel ni una bestia.

Es un ser indefinible, hace el mal por placer y goza con el bien.

En medio de todo es consolador.