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XXVIII

El sueño no tiene amo.—El toldo de Ramón nada deja que de sear.—Una fragua primitiva.—Diálogo entre la civilización y la barbarie.—Tengo que humillarme.—Se presenta Ramón.

Doña Fermina Zárate.—Una lección de filosofía práctica.—Petrona Jofré y los cordones de Nuestro Padre San Francisco.

Veinte yeguas, sesenta pesos, un poncho y cinco chiripáes por una mujer.—Rasgo generoso de Crisóstomo.—El hombre ni es un ángel ni una bestia Un proverbio negro dice: el sueño no tiene amo.

Todos dormimos perfectamente bien.

El cansancio nos hizo hallar deliciosa la morada del cacique Ramón.

Cuando yo me desperté eran las ocho de la mañana; mis compañeros roncaban aún con una expansión pulmonar envidiable.

Llamé un asistente, pedí mate y me quedé un rato más en cama gozando del placer de no hacer nada, placer tan combatido y censurado cuanto generalmente codiciado.

Según un amigo, pensador no vulgar y egregio poeta, no hacer nada es descansar. Así él sostiene que día es hecho para eso y la noche para dormir.

¡Lástima que un mortal de gustos tan patriarcales, que sería dichoso con muy poca cosa, se vea condena-