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XXVI

A orillas de un monte.—Un barómetro humano.—En marcha con antorchas.—Ecos extraños.—Conjeturas.—Un chañar convertido en lámpara.—Aparición de Macias.—Inspiración del gaucho. Alrededores del toldo de Villarreal.—Una cena.—Cumplo mi palabra.

Al llegar á la orilla del monte, la obscuridad de la noche era completa.

No nos veíamos á corta distancia.

Seguíamos un camino enmarañado, cuyos surcos profundos y tortuosos comenzaban á abrirse como un gran abanico desplegado.

Hicimos alto; reconocimos la senda que debíamos tomar y combinamos un plan de señales para el caso de que alguien se extraviara en la espesura.

Era lo más factible.

Soplaba un viento fresco de abajo, grupos inmensos de pardas nubes recorrían rápidamente el espacio, flotando como fantasmas informes por el piélago incoloro del vacío; los relámpagos brillaban como saetas de fuego, lanzadas del cielo á la tierra; el trueno rugía imponente y sus sordas detonaciones, haciendo temblar al suelo, llegaron hasta nosotros como el estampido de lejanas descargas de cañón.

UNA EXCURSIÓN 17.—TOMO II