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cambiar de casa porque en la que habitaba no se veía nada.

Yo estaba despierto y no lo sabía.

¡ Caramba! ¡ cómo cuesta cuando se ha soñado un imperio convencerse al despertar que no es uno emperador!

De tal modo se me había convertido en substancia el sueño del poder, que á no ser los ladridos de unos perros, que despertaron á mis oficiales, creo que me levanto arrastrando el poncho de Mariano Rosas á guisa de imperial manto de armiños.

Unos: Buenos días, mi Coronel, de mi ayudante Rodríguez, me despejaron los sentidos del todo.

Abrí los ojos, que apretaba nerviosamente.

Era de día, la claridad del rancho completa.

La visión del imperio ranquelino desapareció de mi retina. Pero como una sombra chinesca que se desvanece, todavía cruzó por mi imaginación.

Me pareció que había dormido un año. Yo no sé por qué pintan el tiempo con alas. Yo lo pintaría con pies de plomo. Será que las cosas que más deseo, son siempre las que más tardan en suceder.

Verdad es que las que más me gustan me parece que pasan con demasiada velocidad.

Llamé un asistente, vino, abrió la puerta, me levanté, me vestí y salí del rancho.

Decididamente me iba ese mismo día y no era emperador. Lo uno me consoló de lo otro. Francamente, el imperio ranquelino era más hermoso visto en sueños que despierto.

Me trajeron el parte de que en las tropillas no había novedad y le hice prevenir á Camilo Arias que las tuviera prontas para cuando cayera el sol.

En seguida le hice preguntar á Mariano Rosas con