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los emperadores, los reyes, los presidentes, los ministros y los diputados, todos, todos aquellos, en fin, que deben saber lo que hacen, y que á más de esto deben procurar leer en lo futuro, desde que gobernar es prever, deben ser gente muy parca en el comer y muy moderada en el beber, amén de otras cosas indispensables para que la digestión se haga regularmente.

Yo no puedo tener sueños sino como los que tuve la última noche que pasé en Leubucó.

O he de ver disparates, que no se han de cumplir, ó he de ver disparatadas las cosas que se cumplieron.

O he de soñar que me han proclamado emperador de los Ranqueles, que Lucius Victorius, Imperator, ha hecho coronar emperatriz á la china Carmen; ó he de soñar que el baile de los indios está en moda en Buenos Aires y que el botín con taco á lo Luis XV ha sido reemplazado por la botita de potro de cuero de gato.

Por el estilo fueron mis sueños.

Y diga después Platón que el espíritu divino nos revela en sueños el porvenir; y diga después Estrebón, que los sueños nos dan á conocer la verdad, porque, durante la noche, el entendimiento es más activo, más puro, más claro que durante el día.

Los tales antiguos eran unos utopistas de marca mayor.

Los respeto sólo porque ya son viejos y murieron.