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No pude resistir, y explotando la respetabilidad de que me revestía el poncho de mi compadre y hermano, le dije á Epumer y á su séquito :

—Caballeros, buenas noches, es tarde, estoy cansado y mañana me voy; tengo ganas de dormir.

Y los dejé y me metí en mi rancho, y le mandé á Calixto que cerrara bien la puerta, atando con guascas el cuero que la cubría.

Las visitas me saludaron con varias exclamaciones, como ¡ adiós, peñi! ¡ adiós, amigo! ¡ adiós, toro! gritaron un rato, apagaron el fogón saltando por encima con los caballos, alborotando los perros, hicieron un gran barullo, y cuando se cansaron se fueron.

— Arrullado por su infernal gangolina me dormí.

Toda la noche tuve los sueños más estrafalarios. Así como casi todos los sentimientos de nuestra alma proceden de las sensaciones de la bestia, así también casi todas las visiones del espíritu dormido vienen de lo que hemos visto ó contemplado despiertos, con los ojos del cuerpo ó con los de la imaginación.

Yo soy como los patanes.

Nunca tengo presentimientos en sueños.

Yo no he de ver nunca, como Píndaro, que las abejas depositan su miel en mis labios; Ni como Hesiodo,—nueve mujeres hechiceras, que fueron las musas que lo inspiraron; Ni como Escipión, Numancia destruida, ó Cartago derribada; Ni como Alejandro delante de Tiro, que Hércules me presenta la mano desde lo alto de las murallasnest Para que yo viese, á la verdad, en sueños, sería meque fuese más sobrio y virtuoso, ó es falso lo que dice Sócrates, que un cuerpo saciado de placer ó repleto de alimentos y de vino, le hace experimentar al alma sueños extravagantes; de donde se deduce que