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XXII

Se acerca la hora de partida.—Desaliento de Macias.—El negro del acordeón y un envoltorio.—Era un queso.—Calixto Oyarzábal anuncia que hay baile.—Baile de los indios y de las chinas. En un detalle encuentro á los indios menos civilizados que nosotros.

Macías veía llegar la hora de mi partida, y con suspiros y monosílabos me hacía comprender que iba perdiendo hasta la esperanza.

Me senté en el fogón y él se puso á mi lado.

Yo estaba de muy buen humor, quizá porque al día siguiente pensaba rumbear para la querencia. Somes así, versátiles aun en medio de la felicidad. Todo es poco, nada nos sacia. Y sólo tarde, muy tarde, comprendemos que en este mundo sublunar, los que lo han pasado mejor son los que contentos con el presente no se han apurado nunca por nadie ni por nada; los que estrechando el horizonte de sus miradas, limitando sus aspiraciones y sacudiendo la férula de las exigencias sociales, han subjetivado la vida hasta el extremo de identificarse con su frac.

¡Ah! cuántos á quienes estériles combates consumieron; cuántos que despiertos ó dormidos tuvieron visiones de amor, de odio, de gloria, de orgullo, de ri-