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el otro, entre esta vida y la otra, necesitamos un vínculo, y que ese vínculo es Dios, cualquiera que sea la forma en que le adoremos.

El mal de este mundo no consiste en profesar una mala religión, sino en no profesar ninguna.

¡Ah! y si la religión que se profesa es consoladora por su moral, si como una fuente inagotable de poesía, ella nos ofrece un refugio en las tribulaciones y una tabla de salvación en las últimas congojas de la vida, ¡qué bien inmenso no es creer, adorar y confiar en Dios!

Con razón aquellas gentes estaban de fiesta y consideraban dichosos á sus hijos de que recibieran el bautismo.

Cualquiera ceremonia que hubiese sido como la consagración de un culto, habría sido lo mismo.

Bautizar treinta ó más criaturas una después de otra, era obra de todo el día. El ritual permitía, lo que yo ignoraba, administrar el sacramento en masa.

Respiré.

Mi ahijada no comparecía.

Mandé decir á mi compadre que la esperábamos, y un instante después la pusieron en mis brazos.

Era una chiquilla como de ocho años, hija de cristiana, trigueñita, ñatita, de grandes y negros ojos, simpática, aunque un tanto huraña. Lloró como una Magdalena un largo rato, haciendo llorar á otras criaturas cuyas lágrimas se habían aplacado y obligándonos á diferir el momento de empezar.

Calmóse por fin y la sagrada ceremonia empezó. Resonaban los latines y los Padre Nuestros; mi ahijada permanecía en mis brazos, ora inquieta, ora tranquila.

Me miraba, huía de mis ojos, se sonreía, hacía fuerzas, cedía; á mí me dominaba sólo una idea.

La chiquilla había sido vestida con su mejor ropa,