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XXI

Intrigas contra Macías.—Envidia de los cristianos.—Preparativos para el bautismo.—Animación de Leubucó.—Aspavientos de las madres.—Sentimiento que las dominaba.—El mal de este mundo es materia de religión.—Mi ahijada, la hija de Mariano Rosas.—De gala, con botas de potro de cuero de gato, y vestido de brocato.—Invencible curiosidad.—No puedo explicar lo que senti.—Una cristalización en el cerebro.

—Regalos reciprocos. —Pobre humanidad.

Macías me inspiraba tanta lástima, que toda la noche soñé con él.

Redimirlo del cautiverio, era para mí no sólo una obra de caridad, sino el cumplimiento de un deber.

La paz estaba solemnemente hecha y Mariano Rosas obligado, por un tratado, á dejar en completa tranquilidad á todos los que, habiéndose refugiado en Tierra Adentro, quisieran volver á sus hogares.

En cuanto amaneció llamé al capitán Rivadavia para tener una consulta con él.

Era el único hombre que me inspiraba completa confianza. Había vivido más tiempo que yo entre los indios, haciéndome respetar de ellos y de los cristianos, que no es poco decir, y Mariano Rosas le tenía gran afición.

Conocía las costumbres de los unos, las mañas de