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XIX

La paz estaba definitivamente hecha.—El Doctor Macías.—Gotas maravillosas.—Padre é hijo indios.—Lo pido á Macías.—Visita á Epumer.

Las paces estaban definitivamente hechas.

El sufragio popular les había puesto su sello soberano en la junta.

Las sospechas habían desaparecido.

Yo era mirado ya como un indio.

Numerosas visitas llegaban á saludarme.

El viento de Leubucó me era favorable.

Los intrigantes, corridos y avergonzados, solicitaban mi perdón con estudiadas sonrisas y amabilidades.

Fingí que no me había apercibido de sus manejos; estaba en tierra diplomática, y reservé el castigo para la oportunidad debida.

El Dr. Macías me preocupaba.

Su espíritu abatido por las humillaciones y padecimientos que había sufrido durante dos años, nada esperaba de los hombres.

Como el náufrago que después de haber luchado brazo á brazo con la muerte, viendo venir la onda irritada que va á tragarle y sumergirle en las frías y tenebrosas cavernas del océano, hace un esfuerzo supremo y coge una tabla de salvación, que otros le arrebaUNA EXCURSIÓN 13.—TOMO II