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XVIII

Revelación. Más había sido el ruido que las nueces.—Nuevas presentaciones.—El último abrazo y el último adiós de mi compadre Baigorrita.—Otra vez adiós—Mariano Rosas después de la junta.—¡Qué dulce es la vida lejos del ruido y de los artificios de la civilización!—Los enanos nos dan la medida de los gigantes y los bárbaros la medida de la civilización.

Una mujer azotada. —No era posible dormir tranquilo en Leubucó.

Mientras arrimaban las tropillas, descansaba y pensaba en el extraño concilio á que acababa de asistir, estaba completamente abstraído cuando se me presentó mi compadre Baigorrita.

Después de haberlo acompañado á Mariano Rosas cierta distancia, por el camino de Leubucó, volvía sobre sus pasos con la intención de ir á dormir en Quenque.

Llegó donde yo estaba, echó pie á tierra, se sentó á mi lado y me hizo decir con San Martín.

Que ya se iba, que no extrañase que no hubiera hablado en la junta en defensa mía, que no lo había hecho por los indios de Mariano, que si lo hubiese hecho habrían dicho, que era más amigo mío que de ellos; que yo tenía mucha razón en mis razones, que los hombres de experiencia lo habían conocido, que ninguno lo había conocido mejor que Mariano Rosas,