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Yo les pregunto á ustedes ¿con qué derecho nos invaden para acopiar ganados?

—No es lo mismo me interrumpieron varios ;—nosotros no sabemos trabajar; nadie nos ha enseñado á hacerlo como á los cristianos, somos pobres, tenemos que ir á malón para vivir.

—Pero ustedes roban lo ajeno—les dije,—porque las vacas, los caballos, las yeguas, las ovejas que se traen no son de ustedes.

—Y ustedes los cristianos—me contestaron,—nos quitan la tierra.

—No es lo mismo—les dije :—primero, porque nosotros no reconocemos que la tierra sea de ustedes, y ustedes reconocen que los ganados que nos roban son nuestros; segundo, porque con la tierra no se vive, es preciso trabajarla.

Mariano Rosas observó:

—¿Por qué no nos han enseñado ustedes á trabajar, después que nos han quitado nuestros ganados?

¡Es verdad! ¡ es verdad!—exclamaron muchas voi ces, flotando un murmullo sordo por el círculo de cabezas humanas.

Eché una mirada rápida á mi alrededor, y vi brillar más de una cara amenazante.

—No es cierto que los cristianos les hayan robado á ustedes nunca sus ganados—les contesté.

—Sí, es cierto—dijo Mariano Rosas ;—mi padre me ha contado que en otros tiempos, por las Lagunas del Cuero y del Bagual había muchos animales alzados.

—Eran de las estancias de los cristianos—les contesté. Ustedes son unos ignorantes que no saben lo que dicen; si fueran cristianos, si supieran trabajar, sabrían lo que yo sé; no serían pobres, serían ricos.

Oigan, bárbaros, lo que os voy á decir:

Todos somos hijos de Dios, todos somos argentinos.