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· 159 Mariano Rosas destacó un indio que se acercó á mí y me habló en su lengua.

Camargo, haciendo de lenguaraz, me dijo:

—Dice el general Mariano que eche pie á tierra para saludar al padre Burela.

Me pareció haber entendido mal.

—¡Para saludar á quién?—le pregunté á Camargo con extrañeza.

¡Al padre Burela !—me contestó.

— Al padre Burela ?—exclamé mirando á los franciscanos y á mis oficiales.

—Es pretensión—agregué.

—Dile, proseguí, dirigiéndome á Camargo, que le conteste á Mariano que yo no tengo que saludar al padre Burela, que soy aquí el representante del Presidente de la República, que en todo caso es el padre Burela quien debe saludarme á mí.

El mensajero se marchó y yo me quedé refunfuñando. Estaba indignado.

Lo que pasaba no era más que la consecuencia de las intrigas de Leubucó.

Volvió el indio insistiendo en lo mismo.

Contesté con malísimo modo, que antes que hacer lo que se me exigía, me cortaría con mi gente, que hicieran la junta sin mí, si querían, que yo no estaba para bromas.

Llevó el indio mi contestación.

Baigorrita que entendía todo lo que yo contestaba, porque Camargo lo repetía en lengua araucana, me hizo decir:

—Echemos pie á tierra, compadre.

Mariano Rosas recibió mi contestación sin visible alteración; conferenció con sus consejeros y su embajador volvió por tercera vez, diciéndome :

—Dice el General que es para saludar á todos.