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. 141cibió vuestros favores. Esperadlo, sin embargo, de los desconocidos.

Maldeciréis vuestra estrella, renegaréis de la vida en las amargas horas, y al encontraros cara á cara con la muerte tendréis que reconocer que los hombres no han sido tan malos.

No hay quien á las puertas de la eternidad maldiga á sus hermanos. Sea justicia ó pavor, cuando el cuadrante del tiempo marca el minuto solemne entre el ser y no ser, todos se arrepienten del mal que hicieron ó del bien que dejaron de hacer.

¡Los viejos! ¡ los viejos! no les neguéis, os lo vuelvo á repetir, ni el paso, ni la mirada, ni el saludo.

¡ Cuesta tan poco complacer á los que con un pie en el último escalón de este mundo y otro en el dintel de las puertas de la eternidad esperan sin rencor ni odio el instante fatal!

Estanislao tuvo un largo diálogo con Mariano Rosas. En seguida le llegó su turno á Baigorrita y demás capitanejos é indios de importancia que les acompañaban.

Yo saludé al cacique particularmente, me senté al lado de mi compadre, y como el ceremonial no rezaba conmigo, me llamé á sosiego. El galope había excitado mi estómago, despertando el apetito. Traté de abandonar el campo, pero Baigorrita, que se fastidiaba mucho de aquella inacabable letanía de dimes y diretes, me dijo que no me fuera, que le esperara, que acamparíamos juntos.

Di mis órdenes, mandé que los caballos los rondaran lejos, en lugar seguro, que hicieran campamento allí cerca, en un montecito muy tupido, y que nos esperaran con buen fuego, puchero y asado.

Mientras mi compadre se desocupaba, no faltó quien me obsequiara con mate; Hilarión me pasó una torta