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Luego un derecho que se sobrepone á otro no es derecho, es abuso ó tiranía.

Yo tengo el derecho de hablar, vos también. Si os impongo silencio y no callo, os oprimo. Yo tengo el derecho de trabajar para mí, vos también. Si os hago mi esclavo, os tiranizo.

Estamos acordes.

Pues bien. Insisto en ello. Yo tengo el derecho de ser feliz. Lo reconozco, me contestáis; no me opongo á ello, no tengo cómo oponerme ; lo intentaría en vano.

Es mentira, puesto que mi felicidad consiste en que me devolváis el amor de la mujer que me habéis robado.

No depende de mí. En todo caso dependerá de ella.

Pero es que si ella volviese á mí, no volvería como antes era; para que lo fuera, hubiera debido permanecer inmaculada y la habéis corrompido.

Suponiendo que yo pueda ser responsable de vuestra felicidad, os prevengo que hacéis un sofisma cuando la comparáis con el derecho.

No os entiendo.

Quiero decir que el derecho regla las relaciones naturales de la humanidad; que si la libertad es un derecho, la felicidad no lo es.

¡Y por qué no ha de ser un derecho aquello que más necesito?

Tanto valiera que me dijerais que respirar no es mi derecho, siendo así que tengo el derecho de vivir y que si no respiro muero.

Es que el sofisma consiste en que hacéis de un accidente una necesidad; de una cosa contingente una cosa absoluta; de una cosa que está en nuestras manos, una cosa que depende de los demás.

¡Pero mi libertad, mi derecho están en ese mismo caso?