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Sujeté para esperar á los franciscanos que se habían quedado atrás, y mi compadre también.

Sobre la copa de un algarrobo estaba un águila, mirando al Norte.

Baigorrita me hizo decir con San Martín, que era buena seña, que el águila nos indicaba el rumbo.

Si hubiese estado mirando al Sud, todos los indios se habrían vuelto.

Es el ave sagrada de ellos y tienen esa preocupación.

Los franciscanos llegaron y seguimos la marcha al trote; iba á reirme de la superstición del águila, diciéndoles lo que me había hecho notar mi compadre.

Pero me acordé de que yo no como donde hay trece, ni mato arañas por la noche.

Hay un mundo en el que todos los hombres son iguales; es el mundo de las preocupaciones. El más sensato es un bárbaro. Decidme si no, lector, ¿por qué aborrecéis á don fulano?