¿Y qué, mi compadre no tiene vacas gordas aquí?
—le pregunté á San Martín.
—No, señor, si está muy pobre—me contestó.
— Muy pobre ?
—Sí, señor.
—¿Y cuánto vale una vaca?
—No tiene precio.
—¿Cómo no tiene precio?
Cuando es para comercio, depende de la abundancia; cuando es para comer no vale nada; la comida no se vende aquí, se le pide al que tiene más.
—De modo que los que hoy tienen mucho, pronto se quedarán sin tener qué dar.
—No, señor; porque lo que se da tiene vuelta.
—¿Qué es eso de vuelta?
—Señor, es que aquí el que da una vaca, una yegua, una cabra ó una oveja para comer, la cobra después; el que la recibe, algún día ha de tener.
—Y si á un indio rico le piden veinte indios pobres á la vez, ¿qué hace?
—A los veinte les da con vuelta y poco a poco se va cobrando.
—Y si mueren los veinte, ¿quién le paga?
—La familia.
— Y si no tienen familia ?
—Los amigos.
—i Y si no tienen amigos?
—No pueden dejar de tener.
—Pero todos los hombres no tienen amigos que paguen por ellos.
—Aquí sí; no ve, señor, que en cada toldo hay allegados, que viven de lo que agencia el dueño.
—¿Y si se les antoja no pagar?
—No sucede nunca.
—Puede suceder, sin embargo.