Página:Una excursión a los indios ranqueles - Tomo II (1909).djvu/103

Esta página no ha sido corregida
— 99 —

No contestó. Le repitió la pregunta en lengua araucana y respondió mirándome con recelo: Lucio Mansilla.

Mi compadre se sonrió complacido. La madre, las chinas y cautivas que cocinaban festejaron mucho la respuesta. Una de las más ladinas dijo: coronel Mansilla, chico.

Mi compadre llamó á San Martín.

San Martín me dijo:

—Dice Baigorrita, que cuándo se hace el bautismo.

—Dile que cuando quiera, que ahora mismo, si le parece, antes que entren visitas.

Contestó que bueno.

Llamé al padre Marcos, y el franciscano no se hizo esperar.

En cuanto entró, mi compadre le hizo decir con San Martín, que si le hace el favor de bautizarle su hijo.

—Con mucho placer—contestó el padre.

Salió, volvió con fray Moisés Alvarez, se revistieron, nos hincamos, rezamos el Padre Nuestro, haciendo coro los cautivos que lo sabían y mi ahijado fué bautizado con el nombre de Lucio Victorio.

Terminada la ceremonia, Baigorrita les dió las gracias á los franciscanos y les invitó á sentarse á almorzar.

Hizo una seña y nos sirvieron. Había puchero de dos clases, de carne de vaca y de yegua; asado ídem.

Yo comí carne de yegua, mi compadre lo mismo, los frailes de vaca.

Mientras almorzábamos, llegaron visitas. A todos se les obsequió como á nosotros; los unos eran conocidos del día antes, los otros recién llegados. Baigorrita me presentó á todos sucesivamente. Hubo abrazos y apretones de mano hasta el fastidio, las preguntas y respuestas de siempre.