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cia.” ¡Cómo se atormentaría el señor comisario! Para no cohibirle más, apresureme:

-Ha dicho usted que tenía dos fotografías. Si pudiera verlas…

El digno funcionario tiró de un cajón de su escritorio y revolvió algunos papeles. Luego abrió otro y revolvió otros papeles. En un tercero, ya muy acalorado, encontró al fin.

Y se portó muy culto:

-Usted se interesa por el asunto. Llévelas no más, caballero… Eso sí, con cargo de devolución -me dijo, moviendo de arriba a abajo la cabeza al pronunciar las últimas palabras y enseñándome gozosamente sus dientes amarillos.

Agradecí infinitamente, guardándome las fotografías.

-Y dígame usted, señor comisario, ¿no podría recordar alguna seña particular del difunto, algún dato que pudiera revelar algo?