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94 CIENCIA Y ACCIÓN

más urgente resolución, y nos consideraríamos dichosos si pudiéramos contribuir á ella, basán- donos en el conocimiento de lo hecho en otras partes.

Desde luego podemos adelantar que la solu- ción del problema nos parece que se halla en prin- cipio en la organización por parte de las jóvenes de reuniones periódicas que tengan por fin prin- cipal el religioso, pero en las cuales encuentren satisfacción las demás aspiraciones y necesidades del alma femenina. Así entendidas, estas agrupa- ciones no deberán ser independientes de las con- gregaciones de las hijas de María que existen en todas las parroquias, sino que deberán marchar de acuerdo, y en cierto modo servir éstas de punto de partida para la formación de aquéllas.

Dos son las cuestiones que más nos importa tratar, por lo mismo que son las que más contro- versias originan.

Es la primera la de determinar quién debe tomar la iniciativa para la constitución de estas agrupaciones; es la segunda la de saber, una vez constituidas, qué es lo que se ha de hacer en ellas, es decir, qué medios han de emplear para conseguir su finalidad y objeto.

¿Quién debe tomar la iniciativa? La respuesta no puede ser general, pues variará según los casos. Aquí será una religiosa de reconocida ac- tividad y de simpatías; allí, una laica afecta á este género de obras, y en otra parte, una anti- gua congregacionista hoy secularizada. No se puede formular una regla absoluta, pero sí indi- car algunas observaciones esenciales.

Esta iniciativa no deberá ser tomada á espaldas del párroco, y mucho menos contra su parecer. La Iglesia es una sociedad, y todos debemos obe- diencia y respeto á los que están constituí- dos en autoridad dentro de la misma, puesto que