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82 CIENCIA Y ACCIÓN

respecto de la mujer y de la niña que respecto del hombre. Este tiene más ocasiones de adqui- rirla por sus frecuéntes relaciones y trato social. En cambio, el aislamiento en que la mujer se en- cuentra de ordinario la predispone á la indiferen- cia, al reconcentramiento sobre sí misma ó á los desvaríos místicos. Y es innegable que la que ha de tener mañana á su cargo la educación del niño debe estar iniciada en los complejos y obscuros problemas de la vida social, de los cuales no puede desentenderse sin un marcado divorcio entre su manera de pensar y la de aquel á quien por el casamiento se ha asociado por toda su vida... Así, e.3 los cursos para adolescentes, por medio de la ¡ectura, de la discusión, y aun de las conversaciones amistosas entre profesor y discí- pulas, se les inculcan los conocimientos de la his- toria contemporánea, del Derecho público, de la moral social, de la legislación especial de la mu- jer, etc.

»Las reuniones de niñas que se celebran los jueves y domingos por la tarde se amoldan á los cursos propiamente dichos, á los cuales sirven de ampliación y complemento. Tienen el mismo ca- rácter que aquéllos, pero con algo más íntimo, más familiar y más práctico aún. El canto y los juegos sirven en ellas de intermedio al trabajo escolar.,

Por estas líneas se puede juzgar de lo que hoy día se hace por atraer al público femenino á los cursos nocturnos. Pero, aparte del peligro moral que suponen estas salidas, es de temer para las jóvenes discípulas la influencia antirreligiosa de alguna que otra profesora; influencia tanto más decisiva, cuanto que se ejercerá con el prestigio y al amparo de la ciencia. Es verdad que muchas profesoras de primera enseñanza no están anima- das de ese espíritu anticristiano, sino que son