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62 CIENCIA Y ACCIÓN

hombre es violentar las reglas más elementales de la justicia, subordinar sin razón el sexo débil al sexo fuerte, provocar el descenso de los salarios, estimular la competencia entre la mano de obra iemenina y la masculina, sustituir en el taller al hombre, á quien se paga más, por la mujer, á quien se paga menos, crear antagonismos entre el obrero y la obrera, desunir dos fuerzas he- chas para ayudarse, y disociar, en una palabra, dos seres nacidos para entenderse, para marchar de perfecto acuerdo (1).,,

Creemos, pues, que la equiparación de los sa- larios de la mujer y del hombre, en igualdad de trabajo realizado, es una cosa equitativa y por todos concep'os deseable. Pero, si hemos de ser francos, también diremos que no esperamos que con la aplicación de este precepto obtengan lo que se figuran ciertos feministas. En efecto; en gran número de profesiones sucede que traba- jando el mismo tiempo y en la misma clase de obra el obrero que la obrera, se encuentra ésta en la imposibilidad física de realizar la misma canti- dad de trabajo. Esto es sabido de todos los que tienen la experiencia del trabajo manual. En es- tas condiciones, aun aplicando la fórmula pre- conizada por los feministas como de suma justi- cia, en el 90 por 100 de los casos el salario de la mujer será inferior al del hombre. Comprendemos la indignación que todo esto produce á los femi- nistas intransigentes. Pero su indignación no será bastante para modificar lo que es ley de la Natu- raleza. En ésta la Providencia ha reservado á la mujer una sublime misión que cumplir, y todo en ella está subordinado, ó debe estarlo, á lo que normalmente constituye su principal papel: la ma- ternidad.

(1) Le féminisme frangais, t. 1, pág. 416.